Historia, ubicación y características de las principales construcciones para la defensa y asedio de la Bahía de Cádiz en el siglo XIX. Este trabajo se basa en información e imágenes obtenidas a partir de las fuentes reseñadas en la última página así como aportaciones personales. Existe una versión en papel publicada en Amazon sin ningún beneficio para el autor.
Las ciudades con puerto de mar se erigen como motor de la economía en la Edad Moderna. Sus puertos se convierten en centros de influencia más allá de sus comarcas, incluso transoceánica. La ubicación de Cádiz la convierte en nexo entre Europa y África, y también entre Europa y América.
La geografía gaditana viene determinada por su ubicación rodeada del mar por todas partes y por la necesidad de defenderse frente a los temporales y ataques que ha ido recibiendo a lo largo de su historia. Aún hoy en día mantienen su relevancia castillos, fuertes, baluartes, baterías... que durante el siglo XIX hicieron frente al ejército francés (el entonces ejército mejor preparado del mundo) durante la invasión de España, la elaboración de la primera constitución española y los posteriores acontecimientos.
La Bahía de Cádiz cuenta con numerosas construcciones en desigual estado de conservación. Algunas han quedado totalmente integradas en las poblaciones, como la Puerta de Tierra de Cádiz, mientras que otras han desaparecido totalmente, como la Batería del Caño del Águila en Puerto Real. Otras presentan restos en lamentable estado de abandono, como el fuerte de Santa Catalina en El Puerto, y a la vez hay ejemplos emblemáticos como los castillos de Sancti Petri en San Fernando o San Sebastián en Cádiz.
En 1596 las tropas anglo-holandesas habían tomado y saqueado la ciudad durante quince días sin apenas resistencia. El coste de construir un sistema defensivo para toda la Bahía era tan elevado que se planteó la posibilidad de abandonar la ciudad y trasladar la población a El Puerto de Santa María, mientras que en La Isla permanecerían algunas construcciones defensivas. Felipe II decidió renunciar a su traslado y fortificar la ciudad para su defensa de ataques desde el mar o por tierra. De no hacerlo dejaría la bahía indefensa con la posibilidad de ser tomada por el enemigo y usarla como base de campañas contra el interior. Además, supondría el desprestigio de tener que abandonar una ciudad relevante y evidenciaría su incapacidad de defender su propio territorio. Al mismo tiempo ordenó obras de fortificación en La Isla, Puerto Real, El Puerto de Santa María y Gibraltar. Incluso se planteó un castillejo en los islotes de las Puercas.
Tras el retraso de los trabajos de fortificación, la llegada de la monarquía borbónica, el asalto anglo-holandés de 1702 y el desarrollo posterior de la guerra se aceleraron las obras. Se multiplicó el número de baterías menores dispersas en la costa y se proyectaron los fuertes de San Sebastián en Cádiz y Fort Luis en el Trocadero. La totalidad de fortificaciones comprende un sistema que funciona de forma conjunta desde la desembocadura del Guadalquivir hasta el caño de Sancti Petri. La Bahía de Cádiz se considera en conjunto como si se tratara de un gran fuerte.
Además de las baterías costeras, existen tres líneas de defensa que relacionan entre sí las baterías de las orillas opuestas y que van cerrando progresivamente la bahía. La primera línea conecta Rota con el castillo de San Sebastián. La segunda enfrenta Santa Catalina en El Puerto con Candelaria y San Felipe en Cádiz. La tercera conecta Puntales con Matagorda y Fort Luis, y es la cerradura del interior de la Bahía
Entre El Puerto y Rota se establecieron baterías de poca fortaleza, capacidad y guarnición en lugares estratégicos formando una línea de defensa continua.
Era muy grande el espacio a vigilar. Esto hizo que por una parte aparecieran construcciones, como las enumeradas anteriormente, y por otra se evidenciara la intención de concentrarlas en las zonas más próximas a los puertos. El modelo seguido en la Bahía de Cádiz fue empleado también en los territorios americanos.