Para entender el comienzo del siglo XIX en España hay que hacer referencia primero a varios protagonistas:
Carlos IV. Podemos considerarle como de bajo talento, manejable y más interesado por el campo y la cacería, que por los asuntos de estado.
La reina María Luisa de Parma, dedicada a sus lujos y joyas. Se dice que tenía una relación sentimental con el primer ministro.
Manuel Godoy era el primer ministro. Manejaba el reino y al rey. Mantenía relaciones con la reina. No gozaba de las simpatías de los cortesanos y fue el primero de este país que tuvo el título de Generalísimo. Franco se lo copió.
Fernando, el Príncipe de Asturias, el que luego acabó siendo el pésimo rey Fernando VII. Odiaba a su padre porque le parecía un flojo, a su madre por los líos que mantenía con el primer ministro, y al primer ministro por su poder. Su objetivo era reinar cuanto antes.
Napoleón Bonaparte, emperador de Francia, quien al darse cuenta de la situación en la que se encontraba España puso sus objetivos en ella.
Invasión Francesa de 1808
A principios del siglo XIX se estaba gestando la guerra entre Napoleón y el zar de Rusia Alejandro I. Napoleón consideraba una amenaza para Francia los intereses comunes de Rusia y Gran Bretaña por lo que intentó cerrar los puertos europeos a los barcos británicos.
Ya España se había visto involucrada en la batalla de Trafalgar contra los ingleses para dar satisfacción a Napoleón. Luego le abrimos la frontera para que pasara a invadir Portugal (aliado tradicional de los ingleses). El rey y Godoy van cayendo en la trampa y cuando este último se percata de que la intención de Napoleón era quedarse con toda España, intenta convencer al rey de que había que alejarse de los franceses y, si fuera necesario, embarcar y huir de España.
Comienza una retorcida historia. El 19 de marzo de 1808 Carlos IV abdica a favor de su hijo Fernando tras haber destituido a Godoy por traidor. El 23 de marzo de 1808 Fernando VII entra en Madrid como rey. Al mismo tiempo Napoleón envía al general Murat, el cual entra en Madrid acompañado de 36.000 soldados, instalándose con el beneplácito del rey, que necesitaba a Napoleón para que le reconociera como soberano.
A mediados de abril Napoleón reclama la presencia de Fernando VII, Carlos IV y Godoy en Bayona. La propuesta de Napoleón es que Fernando devolviera la corona a su padre, Carlos le entregaría la corona Napoleón y éste a su vez a su hermano José, el cual es proclamado rey como José I Bonaparte.
En Madrid queda una Junta de Gobierno, presidida por Antonio Pascual de Borbón, tío de Fernando VII. Lo último que resta a Napoleón es sacar de Madrid a los dos hermanos de Fernando VII: la infanta María Luisa y el infante Francisco de Paula.
El 2 de mayo salen a primera hora estos dos personajes del palacio real y esto da lugar a lo que se conoce popularmente como los sucesos del Dos de Mayo. No queda claro si fueron provocados deliberadamente desde palacio para hacerlos pasar por una revolución callejera.
La diferencia de potencial entre los soldados franceses y el pueblo llano es tal que en cinco horas la revuelta estaba sofocada. Sospechosamente los 3.000 soldados españoles en Madrid permanecieron sin salir de sus acuartelamientos. Apenas unos pocos desobedecieron la orden y fueron aplastados por los franceses.
Estos sucesos, tan supuestamente espontáneos, provocan el levantamiento del resto de España porque a los españoles no había quien los defendiera, ni políticos ni militares. Comenzaron a crearse juntas provinciales para plantar cara al ejército francés y cambiar la estructura del país. Es el comienzo de 6 años de guerra hasta conseguir la expulsión del ejército francés de España y la restauración del mastuerzo Fernando VII.
En Cádiz el comienzo del siglo XIX es un momento importante, por las convulsiones que se vivieron en el reino y por la propia actividad de la ciudad.
La libertad de comercio con las colonias americanas en 1778 no supuso problema para la ciudad, dada la experiencia de las compañías comerciales asentadas así como por la ubicación estratégica de la ciudad para el comercio con el Atlántico y el Mediterráneo. Es más, se incrementó la actividad económica en este período. Esto mismo suponía también el acoso que tenían que soportar las embarcaciones de transporte y las poblaciones de la Bahía por parte de barcos enemigos.
El reinado de Carlos IV había supuesto un período de guerras y alianzas entre naciones europeas. En cada momento, según los cambios de alianza, los barcos aliados se refugiaban en el interior de la bahía protegidos por Puntales y Matagorda. Los enemigos quedaban asediando la ciudad en el exterior, sin poder acercarse a las fortificaciones de la costa, artilladas para evitar desembarcos. La ciudad estaba preparada pero esto significaba la ruptura de las comunicaciones con América y el bloqueo del comercio, base de la economía local.
Tras el nefasto tratado de Fontainebleau y la entrega de la corona a José Bonaparte en la bahía se encontraba refugiado lo que quedaba de la flota francesa tras la batalla de Trafalgar, asediados desde el exterior por navíos ingleses. A partir del 2 de mayo de 1808 se invierten los papeles de aliados y enemigos. Tras cinco días de combates se rinde la escuadra francesa, la cual constituía una amenaza para La Carraca y los polvorines de Fadricas.
Para algunos historiadores lo acontecido durante el período 1808-1814 tendría repercusiones durante el resto del siglo XIX e incluso comienzos del XX.
Rafael del Riego
Tras la Guerra de Independencia e instaurado en el trono el nefasto Fernando VII no tardó en pedir ayuda a las monarquías absolutistas europeas para deshacerse del liberalismo y recuperar su poder absoluto.
El comandante del batallón de Asturias, Rafael del Riego, proclamó la constitución de 1812 en Las Cabezas de San Juan el 1 de enero de 1820. Cogió por sorpresa a la mayoría de conjurados, que ya habían fracasado en la fallida intentona de julio de 1819 en El Palmar de El Puerto de Santa María. Ningún general había querido participar en una nueva conjura. Fueron momentos de gran incertidumbre porque buena parte de los militares no sabían a qué carta quedarse ante el temor de ser delatados y perder sus rangos o la vida.
Todo quedaba al arrojo de Riego y en improvisaciones como el atrevido intento de un joven Mendizábal para disfrazarse de general y arengar a las tropas. El conde de Calderón, nuevo general en jefe de las tropas expedicionarias en sustitución del general O’Donnell, había establecido su cuartel general en Arcos y allí se dirigió Riego, apresándole junto con su plana mayor. Tras unos días de dudas se sumaron Villamartín y Bornos.
La gran incógnita era saber cómo iba a responder la ciudad de Cádiz, a la que se la presuponía defensora del liberalismo. Sin embargo no fue así y Cádiz fue una de las últimas ciudades de España en sumarse al pronunciamiento constitucional.
El paso inmediato fue la ciudad de San Fernando, en la que entró Riego el 6 de enero de 1820 de manera fácil y pintoresca. Su guarnición, al ver llegar a los sublevados, creyó que formaban parte de las nuevas tropas de apoyo que se esperaban, claro ejemplo de la confusión imperante. Para más, se hallaba en la ciudad el ministro de Marina, almirante Hidalgo de Cisneros, quien llegó a pensar que se le arrestaba por orden del Rey. La toma de San Fernando supuso una inyección de moral y resultó decisiva para el triunfo de la causa. Quedaba pendiente Cádiz, vital en los sentidos estratégico y simbólico.
El 11 de enero los jefes acordaron el asalto a la Carraca, cuya guarnición seguía fiel al rey. No contaba con grandes defensas pero era un punto de inseguridad, máxime si les llegaban refuerzos. En la noche del 12 al 13 salieron desde el puente Suazo varios lanchones al mando del teniente de navío Guiral. Previamente habían sido arengados por Quiroga, tras la debida ración de aguardiente. Les exhortó por el éxito de la operación, de lq que dependía la seguridad de San Fernando, la franquicia del camino hacia Puerto Real y hasta la propia revolución. Cuando se acercaron, los vecinos acudieron en su ayuda y ante la poca resistencia se apoderaron del arsenal, donde las tropas de un lado y del otro se aunaron bajo el grito de ¡Viva España! Los sublevados cada vez iban ganando más adeptos y pronto aquellas tropas se denominaron "El Ejército Nacional". Alguno lo volvió a usar en el siglo XX.
Tras la Carraca la siguiente ofensiva era la toma de Cortadura, lo que exigía más pericia y fuerzas ante una ciudad que seguía fiel a Fernando VII.
Las autoridades militares de la ciudad y el obispo Cienfuegos tomaron postura a favor de Fernando VII forzando la movilización de todo el personal militar, incluso los retirados, y ordenando oraciones en las iglesias "contra persecutores et maligantes". Tras un primer intento de asalto a Cortadura se ordena vigilar, arrestar y encarcelar a toda persona sospechosa de liberalismo.
Entre la indecisión y la represión de sus autoridades, la ciudad se se negó durante más de dos meses a aceptar el cambio hacia un régimen constitucional.
Las tropas francesas volvieron a invadir España, ahora para derrocar al gobierno y cambiar el sistema político. Fueron los conocidos como "Cien mil hijos de San Luis”.
Mediante esta circular de 16 de abril de 1823 el Gobierno Político de la Península, entonces en Sevilla, informa al Jefe Político de la Provincia de Cádiz de que ya se ha podido verificar la invasión francesa en el territorio nacional, para que tome las disposiciones pertinentes. La intervención militar francesa puso fin al trienio liberal en España.