Para empezar tenemos que hablar de si usamos la expresión “Puerta de Tierra” o “Puertas de Tierra”. En ambos casos hablamos de un acceso central a la ciudad pero sin olvidar la existencia de otro acceso lateral para ganado y mercancías. En el siglo XX se rompen dos tramos de muralla y construyen los dos arcos actuales para facilitar la entrada y salida de vehículos al casco antiguo.
Es una torre con reductos, foso y fortificaciones auxiliares, que defiende la entrada al casco antiguo de Cádiz. Tienen cien varas (83 metros) de lado exterior y dos medios baluartes, bastante espaciosos con orejones y flancos bastante retirados. El material empleado es piedra ostionera en las torres y murallas, y placas de mármol decoradas en la fachada de la puerta principal.
Orejón es el saliente del flanco de un baluarte cuyo frente se ha prolongado.
Algunas fuentes dicen que la primera referencia que se tiene, es el alzado sin fecha concreta de un muro de tierra que se extendería desde la bahía hasta el Mar del Vendaval, el Atlántico. En el muro estaba la “puerta de tierra”, de la que el conjunto toma su nombre
A comienzos del siglo XVI el aumento de la población rebasó los límites de la vieja muralla medieval, extendiéndose por los arrabales de Santiago y Santa María. Esto provoca la necesidad de proteger estos nuevos barrios con una obra fortificada.
Tras el ataque de Barbarroja a Gibraltar en 1529, el corregidor de Cádiz expone su preocupación por la escasa defensa que poseía la ciudad: el muro de tierra y el castillo de la villa. “El muro” era una muralla simple de 20 pies de altura, construida a ras del suelo.
En el ataque del conde de Essex en 1596 el viento de Levante había acumulado contra ella tal cantidad de arena, que permitió a las tropas inglesas asaltar la muralla fácilmente mientras los defensores se encontraban abajo viéndolos llegar por arriba y con el obstáculo para ellos de la muralla. Estaba construido de argamasa, tierra y cal; y en él se abría la Puerta del Muro, único punto de conexión entre la ciudad y el istmo. El capitán Cristóbal de Rojas informó en una carta a Felipe II de esos graves defectos estructurales.
Un arrabal es un barrio o conjunto de viviendas fuera del recinto de una población. En este trabajo llamamos arrabales a los barrios externos a la muralla medieval de Cádiz.
1 pie = 30,48 centímetros
Argamasa: Mezcla de diversos materiales, como cal o cemento, arena y agua, que se usa para fijar ladrillos y cubrir paredes.
En ese momento las defensas de la ciudad consistían en el muro de tierra con los baluartes de San Roque, San Felipe, Santa Cruz, del Postigo y del Boquerón.
La sociedad gaditana llegó a plantear la idea de que la numerosa población extranjera que residía en la ciudad, pudiera conspirar o unirse al enemigo en caso de ataque. Para ello se construyó un castillo-ciudadela donde poder guarecerse.
En 1597 el ingeniero Espanoqui sugiere levantar esta construcción en la propia Puerta del Muro, aprovechando los antiguos baluartes de Santiago y Santa María del Arrabal, los cuales, junto a los de Benavides y San Roque, crearían un conjunto cerrado para la guarnición. La puerta de la ciudad perdería su uso, abriendo otra en un lateral del muro con la única misión de recibir socorros.
Felipe II decidió que no se construiría sino que se reforzarían los baluartes de Benavides y San Roque con casamatas, parapeto y foso. Habrá que esperar a 1601 cuando Cristóbal de Rojas lleve a cabo el proyecto de construir el castillo-ciudadela de frentes abaluartados, aprovechando las obras de Calvi y Fratín. Primero derribó la vieja muralla del frente de tierra para hacer una nueva de cantería labrada en su cara exterior y de mampostería en la interior. Se cavó un foso de 120 pies con estrada cubierta. Tras la unión de las cortinas de muro el castillo-ciudadela quedó como un recinto amurallado completo con cuatro frentes abaluartados: el de levante, el de la ciudad, el del mar de vendaval y el de la Bahía. En el frente de levante o “frente de tierra” se alzarían las esquinas de San Roque y Benavides para situar los orejones, estructuras muy usadas en los baluartes y empleadas para defender con artillería situada en los flancos de la muralla y defender así los frentes de vendaval y el que daba a la Bahía. Los baluartes de Santiago y Santa María sufrieron el mismo realce en las esquinas y colocación de orejones artillados, todo en canto labrado.
Estrada: camino cubierto.
Se dice que en las nuevas construcciones se usaron piedras de la torre de la almadraba o Torre de Hércules pero es dudoso que se trate de la torre situada en Torregorda. Podría ser otra que se situaría en la zona del puerto de Cádiz, donde también se practicó la almadraba y puede que recibiera el mismo sobrenombre “de Hércules”. Sí se utilizó piedra del antiguo teatro romano, que se hallaba a escasos metros de las Puertas de Tierra y del que todavía quedaban restos en 1609. Nos puede parecer hoy una barbaridad pero era práctica habitual en la época y en todos los lugares donde había restos de la antigüedad.
Reconstruida la muralla, se construyen en años sucesivos los distintos elementos del frente abaluartado. Primero se llevarían a cabo el revellín para defender la puerta y los dos baluartes contiguos (Santa Elena y San Roque), así como el primer foso. En 1625 hubo que aumentar la profundidad del mismo hasta llegar a una capa rocosa que aún es visible en el baluarte de San Roque, que mira al instituto Columela.
Las obras fueron encomendadas a numerosos ingenieros militares, pero entre todos ellos destacó Ignacio Sala, autor también de las murallas del frente N.O. de la ciudad, desde el Baluarte de la Candelaria hasta el Bonete, así como de las bóvedas a prueba de bombas de los cuarteles de Santa Elena y San Roque. También es autor de la red de contraminas bajo los glacis, vulgarmente conocido como “Cuevas de María Moco”.
La portada está hecha de mármol y presenta una puerta central de arco rebajado enmarcada por columnas de orden toscano. El torreón es una obra de arte en sus dos frentes. En el lado que mira hacia extramuros, hubo un primer proyecto que se desechó por "tener aspecto de retablo de altar" al tener demasiada ornamentación con motivos sagrados. Se aprobó finalmente el diseñado por José Barnola, que se terminó en 1756 con relieves y esculturas de temática militar.
Esta portada, tiene dos cuerpos. En el primero y flanqueada por columnas toscanas se puede leer la siguiente dedicatoria: "FERDINANDIS VII HISPANIARUM ET IDIARUM REX ANNO MDCCIV". Encima de dicho texto, un curioso y poco conocido escudo de Cádiz: Hércules con garrote al hombro, enmarcado por columnas inclinadas y terminado por corona abierta. El segundo cuerpo lo llena un gran escudo real y un trofeo presidido por la Fama con leones a los lados, todo coronado por cornisa barroca de tres lóbulos y bombas flamígeras.
Franja de terreno en suave pendiente desde el borde de la contraescarpa del foso hasta el nivel del suelo natural circundante. Solía tener construcciones a lo largo de él de manera que dificultaran el acceso hasta las murallas.
Flamígeras: aunque puedan parecer jarrones con flores son bombas, de las que salen llamaradas.
En las bóvedas se encuentra la maquinaria para la fuente anterior.
El lado que se abre a intramuros, obra de Torcuato Cayón, es de un exquisito diseño neoclásico francés, con triple vano, óculos ciegos y pilastras toscanas.
Culmina el conjunto un torreón renacentista, que llegó a actuar incluso de semáforo que regulaba el paso del tranvía eléctrico a base de una banderola roja que un trabajador se encargaba de agitar desde una ventana.
Esta imagen es de las poquísimas fotos que se conservan del telégrafo óptico.
trabajador se encargaba de agitar desde una ventana.
El torreón ha tenido varias reformas y fue estilizado por última vez por Antonio Sánchez Esteve, que eliminó los cartabones laterales y coronó con cúpulas las cuatro garitas.
Esta puerta sustituyó a la llamada “Puerta del Muro”, situada más a la izquierda frente al edificio de la Subdelegación del Gobierno, cuya silueta aún es visible. Siendo la estructura defensiva más importante de la Bahía de Cádiz nunca entró en combate. En algunas zonas se pueden observar algunas restauraciones que tratan de imitar la obra original, creándose un “falso histórico”. Hasta hace unos años estaba la parte que da a extramuros totalmente cubierta de hiedra, lo que le daba especial vistosidad a la vez que dañaba la piedra con sus raíces.
Una enorme transformación fue el derribo de los dos laterales así como de los cuarteles que estaban adjuntos. Se hizo con el fin de facilitar el acceso al casco antiguo de la ciudad, ya que todo el tráfico de personas, carruajes, tranvía… se hacía bajo el torreón y sobre el foso, como se ve en las imágenes antiguas.
De la estructura original quedan la puerta del torreón, el baluarte de Santa Elena, el de San Roque (parcialmente derribado para abrir una calle hacia el Paseo Marítimo), parte de los fosos, las bóvedas adosadas al muro y los cuarteles situados tras los baluartes
Las bóvedas bajo el acceso que cruzaba los fosos fueron utilizadas incluso como viviendas precarias a finales del siglo XIX y principios del XX. Quedaron tapadas tras la apertura de los dos arcos. Hoy existen aún y albergan la maquinaria de la fuente que existe sobre ellas.
En principio en el lugar existía un puente de madera sobre el foso de manera que pudiera ser quemado en caso de peligro. Así se aprecia en la maqueta de la ciudad de 1779. Fue cambiado por el actual durante el siglo XIX.
El torreón de la Puerta de Tierra fue construido a mediados del siglo XIX, con destino al telégrafo óptico que se instaló para la comunicación de Cádiz con Madrid. Fue considerada como la torre número 57 de la reconocida línea telegráfica óptica de Andalucía, de José María Mathé. Era la mejor forma para enviar mensajes desde Madrid hasta Cádiz en menos de dos horas. Permitía enviar toda clase de noticias y boletines a través de señales ópticas. Desde aquí se enviaban hasta Torregorda, de allí hasta Torre Chica en San Fernando y así sucesivamente. La alternativa era enviar un mensajero a caballo y entonces tardaba cinco días. Todo ello si las condiciones atmosféricas lo permitían.
Este telégrafo funcionó entre 1851 y 1857. En ese momento fue sustituido por la telegrafía eléctrica, cuya estación estaba situada en el palacio de la Aduana. Tal fama consiguió que a finales del siglo XIX llegó a conocerse como la “Torre Mathé” en honor a José María Mathé.