La Bahía de Cádiz consiste en un entrante de mar junto a la costa gaditana que engloba a los municipios de Cádiz, Chiclana de la Frontera, Puerto Real, Puerto de Santa María, Rota y San Fernando. En ella desemboca los ríos Guadalete, Iro y Salado de Rota. Por ella discurren el caño Sancti Petri y el río San Pedro, además de presentar grandes extensiones de marismas y esteros. La entrada a la misma sólo es posible a través de un estrecho cuello de mar.
La Bahía de Cádiz y el Caño Sancti Petri separan a Cádiz y San Fernando del resto de la Península Ibérica. Representa una suerte de puerto natural ya que en sus aguas no afectan las corrientes y apenas se notan las tormentas.
La bahía de Cádiz es un territorio de unas características que le han otorgado a lo largo de los siglos importancia comercial y defensiva. Durante siglos y especialmente en época moderna recibió multitud de embarcaciones para acceder a una zona de fondeo a resguardo de las inclemencias del tiempo.
Desde el asalto angloholandés que en 1596 arrasó Cádiz y San Fernando, la Bahía había sido fortificada con numerosos fuertes que habían desalentado los asaltos ingleses.
Su importancia aumentó con el traslado de la Casa de Contratación ( Organismo que controlaba el comercio entre América y la península.) en el año 1717, que la convirtió en puerto de entrada de todas las mercancías de las colonias de ultramar. Ello obligó a dotarla de defensas para evitar los continuos ataques por mar que los enemigos le infringían. La clave en la protección de la bahía la constituía un sistema de fortificaciones que jalonaban la costa desde Rota hasta el castillo de Sancti Petri.
Este sistema defensivo estaba preparado para batir al enemigo procedente del mar pero ante unas fuerzas hostiles procedentes de tierra firme, como sucedió con las tropas napoleónicas en el sitio de Cádiz, se convertía en un medio de ataque a la ciudad.
La bahía jugó además el papel de prisión, pues barcos sin timón ni velas (pontones) encerraron a varios miles de prisioneros, tanto marineros del derrotado Rosilly como soldados vencidos en Bailén. Por otro lado la bahía siguió siendo zona de fácil acceso para las embarcaciones españolas e inglesas, por lo que fue posible recibir por mar a políticos, militares y suministros que hicieron posible la defensa. Cádiz no llegaría a sufrir las escaseces propias de un asedio tan prolongado como el que sufrió. El espacio de la bahía fue un aliado de primer orden para Cádiz y San Fernando.
Un pontón era un buque viejo sin velas ni timón, amarrado a puerto o calado cerca de la costa, que servía de almacén, hospital o prisión.
Cádiz se encuentra al final de un istmo que la conecta con la isla de San Fernando, salvando el caño llamado "Río Arillo'' y separada ésta a su vez del continente por marismas modificadas (salinas) y el caño Sancti Petri. Está sobre un cordón de piedra ostionera que da forma a la costa, roto por la desembocadura de los ríos Guadalete y San Pedro.
El Guadalete desemboca en El Puerto de Santa María, hoy algo modificada su salida a la bahía por los diques construidos a ambos lados. El río San Pedro (antiguo brazo del Guadalete) marca la linde entre El Puerto de Santa María y Puerto Real. Sale al mar junto a la península del Trocadero. Según la publicación del colegio de arquitectos de Cádiz posiblemente estuviera conectado con el caño de Sancti Petri formando la rada interior de la bahía y desembocando al Atlántico a través de él.
Rada: bahía o ensenada donde las naves pueden estar ancladas al abrigo de algunos vientos.
Desde el arrecife costero hasta la sierra San Cristóbal, que separa El Puerto de Santa María y Jerez, encontramos terrenos arenosos que apenas sobresalen del mar configurando un paisaje de salinas.
La línea de costa está modificada por un abusivo uso residencial y turístico tal que ha provocado problemas de pérdida de arena en la playa de Cádiz, debido al efecto de los altos edificios sobre los vientos dominantes.
La geografía de la bahía propició siempre las comunicaciones por mar entre las distintas poblaciones, más rápidas y baratas hasta la aparición de los modernos medios de transporte. El acceso a la bahía está enmarcado por Cádiz y Rota. Ya en el interior hay un acercamiento entre la Punta de San Felipe en Cádiz y el castillo de Santa Catalina en El Puerto de Santa María. Las radas exterior e interior están separadas por el estrechamiento entre Puntales en Cádiz y Matagorda en Puerto Real.
La bahía permitía reunir embarcaciones de gran tamaño dado el tamaño de su ensenada interior y la profundidad de la misma (poza de Santa Isabel), que permitía fondear embarcaciones de gran calado incluso en marea baja. Al fondo de la bahía el caño Sancti Petri conecta con el Atlántico mientras que el río Guadalete permite el transporte hasta Jerez y el próximo Guadalquivir, hasta Sevilla.
Esto supuso a lo largo de la Historia un enclave idóneo para el asentamiento de diversas poblaciones que fueron construyendo sus defensas en función de las necesidades de cada época.
De lo anterior se deduce la cantidad de elementos naturales que hacían difícil la navegación a través de la misma si no se conocían bien los bajos rocosos o arenosos, o los salientes pronunciados. Tal es así que en los mapas de la época solían estar exagerados en tamaño sitios claves como las puntas de San Sebastián, Nao, San Felipe, Santa Catalina en El Puerto, los Corrales de Rota, Matagorda o Puntales; con intención de advertir de su peligro. A partir del siglo XVIII la cartografía fue cada vez más exacta.
Hay importantes escollos rocosos por distintas zonas. Al norte de Cádiz están los bajos de Las Puercas, los Cochinos y El Fraile. Sólo Las Puercas son visibles incluso con pleamar, lo que hace a los demás muy peligrosos. Otros bajos sumergidos son El Diamante y La Galera, también descritos en las cartas de navegación.
Existen bajos de arena en distintas zonas de la bahía interior producidos por los sedimentos aportados por el río Guadalete, que obstaculiza el canal principal hasta Puerto Real. También existen en la desembocadura del Río San Pedro.
Otro aspecto a tener en cuenta son las mareas que provocan variaciones en el nivel del mar de hasta tres metros así como las corrientes, que se alteran según las mareas. Hay que añadir el factor de los vientos. Los dominantes son Levante y Poniente alcanzando con frecuencia grandes velocidades sin ninguna protección de montañas que los pueda amainar o redirigir. Esto condiciona tanto las vías de acceso a elegir como incluso la imposibilidad de hacerlo.
Para navegar por la bahía se utilizaban referentes naturales y antrópicos que fueran fácilmente distinguibles desde las embarcaciones. Entre los naturales era importante el cerro de Medina Sidonia. Si se enfilaba con la torre de la iglesia de San José de Puerto Real señalaba la entrada a la bahía a través del canal principal entre los bajos de Las Puercas y El Diamante. También servía de referencia para este canal la sierra de San Cristóbal enfilada con el castillo de Santa Catalina de El Puerto de Santa María. El Berrueco enfilado con la iglesia de San José de Puerto Real marcaría la entrada por el “canal de los holandeses”.
Antrópico: hecho por el ser humano.
Ejemplos de referencias antrópicas serían por ejemplo castillo de Matagorda con el Real Observatorio de la Armada, que indicaba el acceso entre los bajos de El Diamante y La Galera. Las visión de las dos torres de la iglesia del Carmen perfectamente alineadas marcaba la situación del bajo de Los Cochinos.
Los movimientos naturales de los sedimentos y la acción humana provocaban la aparición de nuevos bajos y hacían necesarios trabajos de dragado así como la instalación de balizas para señalar estos peligros. Podían ser en forma de barriles, banderines, pequeñas embarcaciones ancladas… Incluso existió un barco-faro desde mediados del siglo XVIII.
Es de destacar el trabajo de Rosily a principios del siglo XIX para confeccionar una carta náutica de la Bahía de Cádiz con los medios más avanzados de la época.
El espacio portuario abarcaba desde el “muelle escondido” por la zona de la punta de San Felipe y la Punta de la Vaca.