El puente es de origen romano, siendo un acueducto que transportaba agua desde El Tempul (en San José del Valle) hasta la ciudad de Gades. El puente-acueducto permitía el paso tanto de agua como de personas a desde el continente. Algunos autores atribuyen esta obra a la familia Balbo y parece que se llevó a cabo en la etapa Augusta a inicios del Alto Imperio.
Lo donó Juan II a Juan Sánchez de Suazo en 1408. Desde entonces se conoce como Puente Suazo. Es la única comunicación terrestre entre las islas gaditanas y el resto del continente. Napoleón, con toda la España peninsular en su poder, no logró atravesarlo. Este viejo puente y las baterías que rodearon San Fernando, ampararon las sesiones de las Cortes que redactaron la Constitución de 1812.
Lo donó Juan II a Juan Sánchez de Suazo en 1408. Desde entonces se conoce como Puente Suazo. Es la única comunicación terrestre entre las islas gaditanas y el resto del continente. Napoleón, con toda la España peninsular en su poder, no logró atravesarlo. Este viejo puente y las baterías que rodearon San Fernando, protegieron las sesiones de las Cortes que redactaron la Constitución de 1812.
Dada la importancia geoestratégica de este puente, en el siglo XVI se realizaron importantes obras de reparación y fortificación, financiadas por un impuesto especial sobre las mercancías que se cargaban con rumbo a América en el puerto gaditano. Los gastos originados por su reconstrucción fueron elevados, ya que se terminó por ejecutar un puente nuevo, de dimensiones poco usuales para el momento de su edificación.
Los nuevos arcos se asentaron sobre restos romanos cambiando la fisonomía del antiguo puente de catorce ojos por la actual.
El puente ha vivido numerosas reconstrucciones debido al paso del tiempo, a los ataques ingleses y a la invasión napoleónica. En la actualidad se encuentra en buen estado de conservación y aún se utiliza para paso peatonal, bici y acceso a las construcciones próximas.
En 1810 los isleños, atemorizados ante la llegada de las tropas imperiales, decidieron destruir el puente para evitar que el invasor pudiera cruzarlo. Gracias a la intervención del gobernador militar de La Isla Francisco de Uriarte se desmontó de forma ordenada el arco central del puente, numerando los sillares para facilitar su posterior reconstrucción. Como puede comprobarse en las fotos, a finales del siglo XIX todavía no se había restaurado y presentaba una construcción precaria.
Durante el asedio francés el puente se reveló como un enclave estratégico. No perder esta posición permitía mantener la artillería francesa alejada para que su fuego no fuera letal. Garantizaba el control sobre la Bahía de Cádiz, fundamental para la comunicación con el exterior, conservaba el Arsenal de la Carraca con todo su potencial y dejaba a Cádiz en una segunda línea de batalla, sólo afectada por los poco eficaces proyectiles franceses lanzados desde el Fuerte de Matagorda. Esto obligaba a los franceses a avanzar sin éxito por el laberinto fangoso de los caños, marismas y salinas. El diario de operaciones de la regencia reflejaba: “Sancti-Petri es la llave maestra de la defensa de La Isla”.
Cuando las tropas de Albuquerque no fueron capaces de detener los envites de los franceseses que pretendían acceder al puente, la utilización de la artillería por parte de Diego de Alvear logró ponerlas en retirada.
El escudo de Hércules que aparece en la imagen, se retiró en 1920 porque impedía el paso de los vehículos a motor. Actualmente se encuentra en la fachada del ayuntamiento de Cádiz.